domingo, 9 de septiembre de 2012

[...]MRS#

La inmensidad, el vacío, la nada más absoluta.
Me aterra.
Es el temor, el nudo en el estómago. Es como asomarme a un precipicio. Yo sé que puedo hacerlo, lo hice innumerables veces, salgo relativamente airosa cada vez que lo intento, pero igual me invade el pánico. Me siento en esas noches del desierto otra vez, donde no puedo identificar sonidos, no hay luz fuera de la nuestra, sólo el viento seco cortándome la cara y ramalazos de terror a lo desconocido.
Es una película de terror barata y predecible, pero es película de terror. Nadie comprende lo que siento, y es inútil tratar de explicarlo. No lo entenderían, se reirían, me ridiculizarían.
Entonces me callo.
Y tengo miedo.
Y me hago pequeña.
Y espero. Espero a que salga el sol, a que alguien haga un ruido remotamente humano que me saque de mi limbo, a que se haga la luz en mi rincón de universo. A que se haga la luz en mi cerebro. Que mis dedos empiecen a fluir libremente, al ritmo de mis pensamientos, en el teclado. A que la tan temida página en blanco se empiece a poblar de caracteres bailarines, en una danza desenfrenada que durará hasta el punto final.

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